AÑO I - Nº1, DICIEMBRE 2002
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ISSN 0718-123X   

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PRESENTACIÓN
EDITORIAL
 

Instituciones sordas y ciudadanos mudos .
Eolo Díaz-Tendero E. (Depto. Gobierno y Gestión Pública)

 

Estabilidad macroeconómica, crecimiento y equilibrio fiscal: El caso del presupuesto 2003.
- Leonardo Letelier S. (Depto. Gobierno y Gestión Pública)

 
Vigencia de Maquiavelo.
Carlos Miranda V. (Depto Ciencia Política)
 
¿Hacia un nuevo modelo de universidad?.
Raúl Urzúa F. (Depto. Políticas Públicas)
 
La cobertura de la información sobre seguridad ciudadana por parte de los medios de comunicación.
Hugo Fruhling - Cecilia Dastres. (Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana)
 

NUMEROS ANTERIORES

 

¿Hacia un nuevo modelo de universidad?

Raúl Urzúa
Departamento de Políticas Públicas

 

La producción y difusión de conocimientos mediante la investigación, la docencia y las actividades de extensión ha sido y sigue siendo la principal función de las universidades, pero la forma como se cumple esa función ha estado y está inevitablemente afectada por las características de las sociedades en las cuales ellas están insertas. Actualmente y sin negar las diferencias nacionales, el contexto social de las universidades muestra la predominancia de un sistema económico, cultural-comunicacional y político caracterizado, entre otras cosas, por la universalización de la producción y los mercados; la transferencia de facto a agencias internacionales de decisiones económicas tan fundamentales como la política monetaria; la difusión de pautas culturales comunes, pero también la resurrección de nacionalismos y conflictos culturales y sociales; la emergencia de la información y el conocimiento como la principal fuente de productividad, desarrollo personal y social y, en definitiva, de poder, etc.

Muchos piensan que esos cambios ofrecen una real posibilidad de una vida mejor para todos. Por desgracia, no es eso lo que muestra la realidad: no sólo no se ha modificado la tendencia a hacer cada vez más grandes las desigualdades intra e inter países sino que algunas de ellas crecen ahora más rápidamente.

Nadie puede, sin caer en la ingenuidad, creer que será posible modificar de manera significativa los efectos negativos de la globalización en el corto plazo o que los cambios necesarios van a ser introducidos espontáneamente por quienes son ahora los principales favorecidos por ella. Tampoco parece realista pensar que un aislamiento voluntario de los menos favorecidos va a mejorar su suerte, o que él será permitido si daña los intereses de los más favorecidos.

Si en algo hay consenso entre los partidarios y los detractores de la globalización es en que ahora y en el futuro la sustentabilidad del desarrollo económico, social y político está y estará basada en la información y el conocimiento. Si esto es así, alcanzar mayores niveles de producción y asimilación de conocimientos en países como los nuestros pasa a ser una condición necesaria para revertir la tendencia actual hacia un aumento de las desigualdades y alcanzar niveles aceptables de desarrollo para todos. Para esto, la educación básica y media universal es un requisito sine qua non generalmente aceptado, pero también lo es cada vez más contar con una educación superior capaz de cumplir en el actual contexto nacional e internacional su función de producir, asimilar y difundir conocimiento.

El mundo industrializado está viviendo un proceso de diversificación de las instituciones productoras de conocimiento. Ese proceso está llevando a que, si bien las universidades siguen siendo importantes productoras del mismo, esa responsabilidad sea ahora compartida con centros de investigación y laboratorios ligados a empresas. Esa no es la situación general en América Latina. Aquí la universidad es todavía el principal actor en la producción de conocimiento. En Chile y América Latina, sin desconocer la necesidad de introducir a nuevos actores en el proceso de producción de conocimiento, desde distintos ángulos y perspectivas surge la inquietud por la relevancia social de la docencia y la investigación universitaria, medida esta por su capacidad para reorientar ambas hacia un desarrollo económico, social, ambiental y político sustentable. La pregunta que cabe hacerse es si las tendencias de la modernización universitaria en las universidades complejas o de investigación, como lo son la Universidad de Chile y otras pocas más en nuestro país, contribuyen o no a hacerlas más relevantes.

Si se examinan los procesos recientes de modernización universitaria en nuestra región saltan a la vista cambios importantes ligados directamente con el desarrollo de la investigación y la docencia en temas científico-tecnológicos en ellas. Uno de esos cambios es el reemplazo del énfasis en las humanidades por la importancia que se da a las carreras tecnológicas. A él hay que agregar que la formación en las carreras más tradicionales está siendo reorientada a un mercado de trabajo que requiere al mismo tiempo más especialización y mayor flexibilidad para adaptarse a cambios en el mercado y en las relaciones de trabajo.

Paralelamente a esos cambios, la organización interna de las actividades académicas se ha modificado. Si bien las facultades y las escuelas profesionales siguen siendo pilares de ellas, cada vez más se reconoce al departamento disciplinario como el núcleo central de la actividad académica, y muy en especial, de la investigación científica. A su vez, la actividad investigativa tiende ahora a ser responsabilidad de profesores contratados a jornada completa o media jornada, a los cuales la universidad paga un sueldo, pero que deben obtener sus recursos para investigar presentando sus proyectos a concursos públicos para ser evaluados por jurados independientes, o negociando con fundaciones internacionales o nacionales el financiamiento de proyectos sobre temas acordados por ambas partes.

Parte integrante del nuevo esquema de funcionamiento es que la evaluación de los profesores depende ahora, en primer lugar, de las investigaciones que realicen y las publicaciones que tengan en revistas especializadas internacionales "indexadas"; secundariamente, de las tesis de doctorado o al menos de magister que hayan dirigido y en tercer lugar la calidad de su docencia. En la mayor parte de las universidades de investigación la evaluación académica de los profesores y, por consiguiente, su posibilidad de ascenso en la jerarquía académica, no considera como antecedente valioso el aporte que el profesor haya hecho a la anticipación o resolución de problemas sociales de importancia; igualmente, pocas veces se valora su contribución a la aplicación práctica de los resultados de las investigaciones científicas mediante las asesorías a organismos externos, públicos o privados.

La consecuencia de la aplicación del principio "publish or perish" es que para aumentar la probabilidad de que sus trabajos sean publicados, los investigadores prefieren elegir sus temas de investigación según la importancia que les atribuyen sus colegas de los países desarrollados o las fundaciones donantes, más que por la pertinencia que tengan para el país. Como reconoció públicamente un ex Decano de nuestra Universidad, "si queremos ser promovidos, tenemos que sacrificar la relevancia".

Las demandas por mayor investigación, planteadas implícita o explícitamente por los desafíos y problemas del desarrollo en un mundo globalizado, estimulan la dedicación a la investigación en una sociedad que se define a sí misma como sociedad del conocimiento. Esa auto definición ha servido para que la investigación científica sea considerada una actividad socialmente legítima por las élites políticas y los profesionales, así como para que aumente la demanda ciudadana por información.

Esa demanda se expresa concretamente en peticiones de consultorías y asesorías a las universidades o a sus profesores, por parte del estado, del sector privado o de organizaciones de la sociedad civil. Muchas veces, pero no siempre, la petición es por soluciones concretas a problemas que es necesario enfrentar de inmediato. Sin embargo, no son esos los únicos problemas para cuya solución se espera una contribución universitaria. Tanto el gobierno como la ciudadanía no son indiferentes a problemas de largo plazo relacionados con su futuro y el de sus hijos, miran a la universidad (en especial a las universidades complejas) en búsqueda de respuesta a sus inquietudes y se sienten frustrados cuando ella no llega.

Los problemas y desafíos cuya resolución es demandada no respetan las fronteras de las disciplinas. De allí que uno de los principales problemas substantivos y organizativos que enfrentan nuestras universidades es como armonizar la especialización disciplinaria, orientadas hacia el mundo académico, con la búsqueda multidisciplinaria de respuesta a problemas definidos socialmente como relevantes. La necesidad de combinar la investigación y la formación disciplinaria con la relevancia para políticas y la visión prospectiva que sirva para enmendar rumbos, cuando ella aparezca necesaria para asegurar un desarrollo que llegue a todos, está afectando la tradicional organización institucional por disciplinas. Al mismo tiempo, están exigiendo que los sistemas de incentivos académicos incluyan no sólo la producción científica sino también el compromiso universitario con la solución de problemas y la contribución crítica de la universidad a un mejor entendimiento del futuro a partir del análisis comprehensivo del presente.

La creación de institutos interdisciplinarios y de centros de investigación aplicada en el seno de las facultades es una respuesta de la universidad a esa demanda. Sin embargo, esta respuesta institucional no ha ido acompañada de una modificación del sistema de recompensas y promociones que rige de manera uniforme para todas las unidades académicas. Estas continúan siendo vistas como marginales por académicos acostumbrados a identificar academia con disciplina.

Con excepción de los miembros de instituciones interdisciplinarias que han adquirido prestigio en un campo disciplinario específico, quienes han preferido dar prioridad a la resolución de problemas por sobre la redacción de artículos para revistas especializadas encuentran serios obstáculos para pasar más allá de la categoría de profesor asistente.

El fortalecimiento de la investigación interdisciplinaria y, en particular, de la investigación aplicada a la solución de problemas, exige flexibilizar el actual sistema de recompensas académicas y dar cabida a estructuras y carreras académicas más flexibles.

En suma, la contribución más plena de nuestras universidades a superar las desigualdades que acompañan al proceso actual de globalización requiere abrirlas no sólo al mundo científico sino también a la utilización de los conocimientos científicos y la reflexión académica por la ciudadanía de nuestros países. Se trata de una nueva modernización hacia un modelo distinto de universidad al que ahora se define como moderno, nuevo modelo en el cual la universidad alimenta su investigación y su docencia no sólo creando redes con el sistema científico mundial sino también saliendo de los campuses para abrirse a la sociedad y dialogar con ella para transmitir y recibir conocimiento e información.

 

AGENDA PÚBLICA / AÑO I– N° 1- Diciembre 2002

®Agenda Pública, Preparada por el Departamento de Gobierno y Gestión Pública
del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.